Construcción sostenible “en deuda ecológica”

En el presente escrito sobre arquitectura y construcción sostenible en la situación bioclimática actual, combino el análisis de la información con el criterio subjetivo que el tema me suscita, en una simbiosis entre lo personal y lo aparentemente imparcial. Con las limitaciones que implican un tema tan complicado y primordial como el que nos concierne, pretendo estructurar mis propios pensamientos en una amalgama ordenada resultado de procesar, además de la información complementaria que haya podido consultar, los conocimientos que modestamente me he conformado al respecto a lo largo de mi relación con la arquitectura. Y, a este respecto, todos somos partícipes del tema que nos ocupa, puesto que el hombre vive en la arquitectura, al igual que en la naturaleza (o en lo que nos queda de ella).

Si le preguntamos a un erudito agente de la edificación sobre su opinión en cuanto a la sostenibilidad en el contexto arquitectónico, seguro que nos dirá lo que piensa al respecto, estemos o no de acuerdo. Pero si abordamos el tema con una persona “no relacionada” con la construcción, una gran mayoría podría eludir su opinión alegando que “no entiende” de eso. Y, sin embargo, todos los ciudadanos vivimos dentro de la arquitectura; esto incluye no sólo nuestra propia vivienda (a la que, si bien es cierto, muchos no tienen acceso, aunque sea teóricamente un derecho fundamental) sino también los espacios comunes urbanos.

El principal motivo de la construcción es la creación de espacios cubiertos. A lo largo de la historia, las civilizaciones han “aprehendido” a dialogar con la naturaleza en beneficio del hombre, a través de innumerables arquetipos que perduran atemporalmente, desde las arcaicas civilizaciones micénicas y minoicas, pasando por la Antigua Grecia, el Imperio Romano o la Revolución Industrial de Inglaterra, por ejemplo. Haciendo referencia a este importante período de principios del s. XIX, se produjo una migración del campo a la ciudad, despoblando las zonas rurales y masificando las metrópolis donde proliferaban paulatinamente las actividades fabriles. Esto trajo consigo el nacimiento de la burguesía, “los nuevos ricos” de la segunda mitad del s. XIX, que fueron definiendo la pieza urbana del “Ensanche”. De forma simplista podría sintetizar su origen en el desarrollo de una primigenia cuadrícula de trama regular propiciada por la planificación urbanística del imperio romano en torno a la intersección ortogonal primaria del Cardo Maximus con el Decumanus Maximus.

No me parece negativa la evolución tecnológica en general, muy al contrario. No pretendo hacer una apología técnica a favor de la regresión a las cavernas. Sin duda, todas las sociedades han posibilitado la mejora de la calidad de vida de la que nos beneficiamos en el siglo XXI. La superpoblación y el progreso de la industria mal entendida han determinado la estampa de los núcleos urbanos de hoy en día. La morfología urbanística actual es tan diversa como la infinidad de sociedades que “conviven” en el planeta. Las clasificaciones son complejas y ya no responden a criterios ecuánimes.

En cuanto a los espacios públicos, éstos también se han transformado brutalmente en los últimos años, pasando de ser lugares cívicos donde se desarrollaba la vida en la calle, a ser instrumentos meramente transitorios. Ha habido una notoria transformación de “lo público” en beneficio de “lo privado”, consecuencia del cambio social, político y económico de las ciudades. Las aceras y las plazas son ahora lugares de paso, de tránsito, solamente útiles para trasladarnos de un lugar a otro, de casa a la oficina y de la oficina a casa. Son espacios urbanos hostiles, de ambiente agresivo, llenos de contaminación acústica y ambiental, sitios peligrosos donde los niños no pueden estar solos, jugar, relacionarse, comunicarse... La urbe se ha deshumanizado. No hay interacción entre los seres humanos y sus intrusiones de hormigón y acero. Nuestras ciudades, del entonces llamado “primer mundo”, se han convertido en monstruos en los cuales nosotros servimos al sistema y no al revés. Las infraestructuras se han transformado en una compleja red viaria donde coexisten en un entramado caótico. Las capitales se rodean de cinturones de autopistas que anidan una no menos embrollada red de carreteras secundarias.

• El primer matiz conceptual objeto de estudio lo centro en diferenciar la arquitectura sostenible de la presumiblemente sostenible. Existen numerosos casos prácticos de construcciones dudosamente “ecológicas”, pero teniendo en cuenta que “algo” puede ser más sostenible que “otro algo”, pero no ser sostenible en sí mismo. Pienso que es casi imposible proyectar arquitectura 100% integrada, desde los medios técnicos y recursos utilizados, pasando por la propia edificación, hasta la utilidad funcional resultante y la incidencia de la agresión bioclimática a lo largo de su vida útil. Se trataría de realizar proyectos interdisciplinares aunando la industrialización y la mano de obra, los recursos naturales/biológicos y los productos mano-facturados, coordinando gremios y sistemas constructivos, para conformar un resultado respetuoso con el medio ambiente.

Entiendo la arquitectura como la máxima expresión de concebir unos límites técnicos y estéticos en el espacio. Pero hasta hace bien poco, pensaba que bastaba con intervenir en el entorno procurando alterar lo menos posible el ecosistema. Sin embargo, el conflicto actual plantea no sólo la necesidad de no transformar el espacio natural, sino también de mejorarlo con nuestra intrusión constructiva.

Hay una gran frase relativa a la construcción ecológica que dice algo así como que “la mano del hombre a través de la arquitectura surge cuando la naturaleza no es capaz de cubrir nuestras necesidades”. Es decir, intereses económicos aparte, todos estamos de acuerdo en que lo más respetuoso es no construir. Evidentemente, no se puede llevar a la práctica en todos los casos, ni mucho menos.
Quizá podamos ocupar viviendas vacías, deconstruir los mamotretos horrorosos de la costa, reparar o rehabilitar parajes seriamente dañados y perjudicados por el ladrillazo en actuaciones puntuales, pero normalmente hemos de conseguir un equilibrio entre lo conceptual y lo que nos permite la ley del más fuerte, es decir, la del poder económico.

• El segundo análisis que propongo es más optimista que el anterior, puesto que sugiere enmiendas a largo plazo, aunque no se puedan dar “soluciones tipo” frente a la disparidad y complejidad de los distintos problemas y consecuencias que atañen a la interacción entre arquitectura y medio ambiente. Se podría sintetizar el desarrollo de la arquitectura integrada en 3 contextos donde los cuales el concepto ecológico se ha incorporado a posteriori:

1- Tecnológico: Los nuevos problemas se pretenden combatir con un incremento de equipamiento tecnológico (células fotovoltaicas, fachadas inteligentes, auditorías ambientales, etc.) a modo de “parche” teñido de verde, mitigando los síntomas pero sin tratar las causas y sus consecuencias.

2- Figurativo: Se produce un retorno estético hacia la arquitectura más “natural”, rescatando o incluso emulando materiales y sistemas constructivos tradicionales, sin discernir entre lo que verdaderamente tiene un “corazón verde” de lo que sólo está siendo utilizado como envolvente decorativa vegetal.

3- Político: La ecología es una cuestión de estado y está intrínsecamente ligada a la moralidad inherente de los individuos, por lo que es un tema recurrente para la manipulación de las masas desde el poder del espectro político del partido de turno. Los manifiestos gubernamentales recurren acertadamente a una relación contractual para describir la interacción entre lo artificial y lo natural.

Hay planteamientos erróneos que deben enfocarse hacia nuevas perspectivas de concienciación, tales como:

1- Reemplazar la tecnología basada en costes y beneficios por zonas de recursos y consumos. Es decir, los sistemas tecnológicos, tal y como se vienen concibiendo, traen consigo un precio ecológico que hay que paliar y que no compensa los posibles beneficios medioambientales que generen. La técnica ha sido siempre sinónimo de “modernidad” y se creía que en su nombre “desaparecían” los problemas, cuando en realidad se están “tapando”. Un clásico ejemplo es el problema de salubridad, en el que se plantea transformar los residuos en las zonas más aptas para, más tarde, reciclarlos y retornarlos al consumo, de manera que se compense el perjuicio.

Esto implica 2 nuevas ideologías:
- Se “laboratizan” los problemas medioambientales, esto es, se miden las consecuencias en auditorías públicas permanentes y a largo plazo.
- Se produce una “redistribución” del mercado de costes y beneficios, poniendo en tela de juicio soluciones que antaño constituían un paradigma eficaz y eficiente.

2- Disociar el concepto ético ligado a la sostenibilidad. Frente a una motivación “biológica” (“buena” a priori), el efecto colateral puede no resultar beneficioso, y viceversa. Hay que asumir un riesgo pero evaluando cada acción: desde la elección de la solución adoptada, pasando por la supervisión de las consecuencias de los procesos de transformación, hasta la capacidad de tomar una decisión valiente de enmienda ante un daño ecológico causado.

3- Respetar la diversidad de sistemas, puesto que permitirá una mejor adaptabilidad a las transformaciones externas. Las consecuencias ante un incendio constituyen un ejemplo muy gráfico de cómo el bosque tendrá mayores posibilidades de supervivencia cuanta más variedad de especies arbóreas existan a priori. De esta manera se echa por tierra la premisa de la “optimización”. Lo que ahora puede no servirnos quizá sea la clave futura para “ecologizar”. Creo que a todos nos asusta no tener una respuesta a los problemas, pero el tiempo muchas veces nos proporciona una perspectiva nueva y diferente en la que criterios desfasados regurgitan en forma de soluciones.

• Una tercera reflexión a considerar versa sobre la arquitectura bioclimática aplicada a edificios singulares. Los prototipos existentes constituyen edificaciones emblemáticas del ámbito cultural, deportivo o religioso, los cuales son siempre un referente “ejemplificador” para la sociedad. Aunque sea como reclamo de marketing, el hecho de que se dote de energías renovables incluso a las iglesias, siempre es positivo −a pesar de que el Vaticano se construya con metal precioso de número atómico 79−.

En el CTE se obliga a que los edificios tengan una certificación energética. Dependiendo de la fuente de energía utilizada para calefactar, refrigerar y producir ACS, se miden las emisiones de CO2 debidas a la combustión y se penalizan las de origen fósil, por ejemplo. La normativa trata de reducir las emisiones de dióxido de carbono motivando, por un lado, la correcta construcción del edificio (que esté bien aislado térmicamente, que permita la ventilación natural cruzada, etc.) y por otro, la utilización de energías no contaminantes.
La demanda energética es resoluble hoy en día a través de un amplio abanico de elementos pasivos y energías renovables, tales como: paneles solares térmicos, fotovoltaicos y centrales térmicas de biomasa.
Se puede disminuir la demanda y los impactos medioambientales recurriendo a un buen aislamiento a través de materiales que proporcionen adecuadas prestaciones térmicas, ubicando favorablemente las estancias en cuanto a orientación aprovechando la climatología y orografía, reutilizando las aguas pluviales para las cisternas de inodoros o para el riego, etc.

• Otros ejemplos de Arquitectura sostenible que merecen especial mención son, entre otros:

La utopía diseñada por el arquitecto Mitchell Joachim de hacer una vivienda a partir de árboles vivos, constituyendo un auténtico ecosistema donde los organismos compartan un mismo hábitat.

Edificaciones como el “Hearst Tower” de N. Foster aprovechan las condiciones climatológicas externas para la calefacción y refrigeración de la circulación del agua, mientras que los barrios italianos proyectados con particiones con envolventes de láminas agua se benefician de la ventilación natural que se propicia a los espacios interiores.

Quizá el recurso natural menos explotado pero que puede reportarnos soluciones alternativas más eficientes sea el de la energía eólica. El edificio “Dubbed COR” de Florida es un ejemplo del aprovechamiento de la energía cinética del viento mediante el uso de turbinas.

Otra forma de beneficiarse de la circulación del aire natural, pero más elemental, es la desarrollada por el grupo de ingeniería “Arup” a través de la ventilación cruzada producida por elementos introducidos en fachada, simulando a lo que ocurre en la naturaleza (biomimetismo).

• El 27 de septiembre de 2011, la Tierra entró en “deuda ecológica”, al haber consumido en nueve meses su presupuesto de recursos naturales correspondiente al pasado año. Según advirtió la organización Global Footprint Network nuestro planeta agotó los suministros para 2011 y ahora deberá pasar a "consumir sus ahorros". Esto conlleva problemas como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la mayor escasez de recursos como el agua, alimentos y materiales naturales. Vivimos por encima de las posibilidades ecológicas del planeta, degradando los fundamentos que sustentan nuestra propia existencia y, sin estabilidad ecológica, la estabilidad económica no será posible. Mientras la crisis económica muestra los riesgos de gastar más de lo que se tiene, las consecuencias de consumir más allá de los límites del planeta pueden ser mayores.

Sin ir más lejos, en nuestro país, varios kilómetros de playas gaditanas se vieron afectados de crudo procedente de los tanques de residuos que ardieron el verano pasado, análogamente a otra fuga de hidrocarburos que la refinería de British Petroleum (BP) tiene en Castellón, la cual fue controlada tras derramar 250.000 m2 de fuel. BP ha confirmado en 2011 las mayores pérdidas en casi dos décadas, a raíz de otro vertido en el golfo de México, que llevó a suspender el pago de dividendos en junio del año 2010. Pero los datos económicos que se dan a conocer en comunicados oficiales distan bastante de los perjuicios catastróficos que se desprenden de otras fuentes diplomáticas a las que tiene acceso Wikileaks, quién reveló que BP ocultó una fuga de gas en una plataforma del mar Caspio en septiembre de 2008.

Desde hace 18 años los países del mundo se reúnen para acordar medidas que mitiguen el cambio climático, tras ratificar el Protocolo de Kioto para el primer Tratado del Clima convocado por la ONU en 1992. Negociaciones de cara a mejorar la situación de nuestro medio ambiente; ese medio ambiente que continuamos maltratando.
En el año 2009, la XV Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático celebrada en Copenhague fue un fracaso y en la Cumbre de Cancún, celebrada en diciembre de 2010, al menos se ha conseguido la creación de un "Fondo Verde” para facilitar el uso de tecnologías no contaminantes en los países más pobres, y un “Comité de Adaptación” para diseñar planes de protección frente al cambio climático y parámetros de financiación para reducir la deforestación.
La Conferencia sobre cambio climático en Panamá fue una oportunidad fallida para que los líderes mundiales diseñaran un programa ambicioso de cara a la cumbre que se celebró en Durban, Sudáfrica, a finales de 2011. Así pues, todos están de acuerdo en que hay que reducir las emisiones contaminantes, pero nadie parece querer comprometerse legalmente a establecer dichos límites, las sanciones y cuál será la ayuda destinada a los países en desarrollo que, a su vez, sin conocer estas ayudas y las sanciones, rechazan también fijar su grado de compromiso. No se puede aceptar simplemente que nos digan que “no queda tiempo” o que “hay un montón de trabajo por hacer”. Ese tiempo perdido en mezquinas disputas políticas no aseguran un futuro sostenible con suficiente comida, agua y energía para todos.

Como medida para contribuir a la lucha contra el cambio climático, en Bélgica se han puesto en marcha desde hace tres años los llamados “Eco-cheques”, que vendrían a sustituir a los tradicionales vales de “comida” o “regalo” que algunas empresas entregan a sus empleados, pero con la diferencia de que deben ser utilizados para la compra de bienes destinados a proteger el medio ambiente. Beneficios fiscales aparte, algunos trabajadores han mostrado su oposición a que se les impida decidir en qué invertir los tickets.
La verdad es que, bien pensado, 250 euros mensuales invertidos en plantas dan para montarse un buen huertito... Ahora que, lo malo, es encontrar el terreno. ¿Habrá pensado alguien en el “Ladrillo-Cheque”?

• Al igual que es nuestro deber preservar el medio ambiente, también deberíamos realizar un adecuado mantenimiento del edificio como objeto físico. La construcción está condicionada por agresiones naturales, que son causa de los agentes atmosféricos. Podemos abordarlos de 3 maneras:
- Prevención: en la fase del proyecto, de las incidencias de los posibles agentes atmosféricos.
- Reparación: cuando se haya producido un daño o lesión.
- Programa de conservación y mantenimiento del edificio para el aseguramiento de 3 condiciones principales: Seguridad, Salubridad y Ornato.

Este programa es aplicable a lo largo de toda la vida útil del edificio, para las lesiones que se produzcan debidas al uso del mismo.

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