Amigos entre comillas

Dícese del género masculino que supuestamente te pretende en calidad de amigo, pero que en realidad desea lo que no le quieres dar. También llamados pagafantas en la industria cinematográfica. No he visto esa película en concreto, pero en la mía esos comillas te abandonan cuando encuentran lo que buscan. Este tipo de “amigos” sí que se contabilizan con más dedos de los que caben en una mano, y en dos, y en ambos pies. Me los encuentro por la calle al cabo de meses, sonrío hipócritamente y les pregunto por su vida, más por pura venganza en plato frío que por interés, y me cuentan que tienen “novia”. Motivo de su desaparición repentina. Y este tipo de novias son novias entre comillas también, porque en su desesperación ayer se enamoran de ti y mañana de otra. Otra que no es “la otra”, sino “una”, una cualquiera. Amigos con los que he compartido confidencias, chupitos de madrugada, duermevelas sin sexo, equis mil llamadas de teléfono diarias y regalos sospechosamente altruistas. Me prometieron eternidad. Lo sé porque yo misma me encargo de pedirles que me lo prometan. Y lo hacen, extrañados por la peculiar petición, como si fuera evidente que eso no va a ocurrir. Y ocurre. El género humano es feo, interesado. Comprendo que el amor no correspondido es doloroso. Pero la mentira también lo es. Yo, cuando necesito cicatrizar, me alejo hasta que se me pase el amor, pero no lo niego ni engaño. No lo disfrazo de amistad. Yo, cuando estoy de duelo, deseo la muerte al “objeto” de mi dolor, o peor aún, deseo verle tetrapléjico, escribiendo en el ordenador con el pestañeo de sus párpados y comiendo de pajita. Me parece el proceso natural: del amor al odio. Y cuando se odia nunca se puede volver a amar. Se diluye en forma de olvido y recuerdos distorsionados, hasta que un olor, una canción, un paraguas roto o unos restos de ceniza te devuelven un pasado que ya no forma parte de tí, como si fuera una chaqueta que ha encogido. No sé si existe la amistad, quizás no en estado puro, quizás forma parte de una mezcla indisoluble de sentimientos difusos. Creo que la vida es sexual. Nos imaginamos desnudos a nuestros amigos, fantaseamos con hacerles el amor, incluso a sus mujeres. Quizás todo sería más fácil sin sexo. Menos complicado sí, pero se mustiaría la vida. El sexo es vida.

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