Amén

Amen, sin tilde.
Es uno de los dos defectos que le encuentro a esta maravillosa película: el error léxico de la acentuación en la traducción al castellano del título, sea cual sea el original surcoreano. Aunque al comprobar el término traducido al Hangugeo, que me muera si soy capaz de pronunciar este vocablo: 아멘.
Una vez absuelto al Sr. Kim Ki-duk, porque una es básicamente monolingüe más que nada, el segundo fallo proviene de un diálogo ignorante y poco cuidado en el que se desconoce que Avignon pertenece a Francia. Hasta hizo sembrar dudas en mi escaso conocimiento geográfico y, lo que es peor, en el de mi cultísimo acompañante, hasta que internet nos lo corroboró. El fotograma culpable se localiza en la voz que emana de un portero automático explicando a nuestra protagonista que su amado “no se encuentra en Avignon, sino en Francia”.


Tupido velo corrido para dar paso a un tercer gazapo del que he de reconocer que a mí se me pasó por alto, no así a mi ávido camarada. En una escena ella aparece sin zapatos y, al seguir caminando, casi al instante le aparecen, para inmediatamente después volver al estado descalzo inicial. Esto le encantaría a Félix Linares.
Y hablando de gazapos y aunque me desvíe del tema, yo descubrí uno orgullosamente –el único in situ de mi vida cinéfila– en la película sobre Facebook, cuando al inicio de la película, chica grita a chico con todas las letras “hipérbola”, haciendo alusión al recurso literario de la exageración, cuando en realidad debió decir “hipérbole”, pues el primer término se refiere a una curva matemática.


Alimentado mi ego, volvamos al tema que nos ocupa: Amén –la tilde es de mi cosecha y será así el resto de mi artículo, que para eso es mi blog– es sublime: su argumento se narra en imágenes y sonido incómodo, puesto que el diálogo es prácticamente inexistente, y en eso reside la belleza del film. La historia versa sobre la persecución a la protagonista de un enajenado que lleva siempre una máscara de gas, de esas tipo Chernóbil que salen en las películas exterminadoras americanas. El tipejo la viola y después se dedica a devolverle a cuentagotas las pertenencias que le había robado.
Ah! Otro inciso cabrón antes de alabar este celuloide: me recordaba muchísimo al archiconocido dibujo animado de Marco buscando a su mamá. En este caso, la mujer en busca de su novio, con el mismo argumento agonizante de Marco, dando tumbos de ciudad en ciudad, de país en país, preguntando a lugareños y ajenos. Cada vez que desesperaba, vociferaba su nombre al vacío, para luego recuperar su compostura y seguir caminando.
Pese a todo lo criticado, el espectador siente la angustia, la soledad, el miedo, la rabia que sufre ella. Una de las imágenes más sobrecogedoras se produce cuando rompe en llanto en mitad de la noche, sola, descalza, violada, indefensa.
Otra hermosa y triste escena es cuando pide limosna sin perder un ápice de dignidad, con la cabeza erguida propia de una bailarina, sin pronunciar palabra. Los primeros planos de su rostro, tan natural y expresivo, cuentan la historia sin necesidad de diálogos. Todo se comprende con la sencillez de un cuento para niños, pero con la crueldad de los adultos como protagonistas.

Abro paréntesis para añadir un impacto visual personal materializado en la escena que transcurre en el famoso cementerio parisino Père-Lachaise, donde Kim Ye-Na se tumba justo en uno de mis lugares predilectos para pintar sepulturas. El corazón me dio un vuelco al pensar que ahí estuve yo. Me tomo la licencia de adjuntar la imagen del fotograma y la mía propia de acuarela. Fíjense en la tumba de la izquierda, con una cruz en relieve horizontalmente sobre la tapa. Se trata del mismo lugar. Pelipúntica me quedé.




Tan importante como la fotografía son los ruidos del silencio. Hay un run-run constante, incómodo al principio pero imprescindible a medida que avanza la película, como si fuera viento, opresión, abandono [...]
La película fue filmada cámara en mano, y eso la hace sincera, clara y directa para la empatía del espectador.
No recuerdo en qué momento el malo de la película empieza a caernos bien, o al menos a mí, a modo de síndrome de Estocolmo. Creo que cuando descubro la identidad del portador de la máscara. Y eso también le resta puntos, puesto que no me considero nada avispada para cazar el desenlace de las películas en general. Mi hermana mediana era buenísima en tramas tipo Jessica Fletcher, claro que también se tragaba todos los libros de Agatha Christie, así que no tiene mérito porque yo siempre he estado en una clara desventaja burbujil –dícese de aquella persona que vive en su mundo Yupi ajeno al planeta en el que mora–.
Por último quisiera dejar constancia de la idiotez de la muchacha al aceptar semejante trato de su violador y persecutor. Creo que rezuma un tono machista en el talante que se la da al final de la película, intentando convencer al público – sin éxito en mi caso, por pertenencia al género femenino– de la benevolencia del fulano.

A pesar de lo dicho, la película es de una exquisita sensibilidad.

1 comentario:

  1. Ya sabía yo que tu serie de acuarelas desde los cementerios inspiraban/coincidían/sumaban con otras sensibilidades.
    Espero que estrenen la pelicula en las salas comerciales de Bilbao, los que gozáis de entradas para el Festival de San Sebastian lo tenéis más fácil.
    Un placer leerte, tu sentido del humor es mu estimulante.
    saludos, Jordi.

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